Dawn of nothingness

Tumbado en la cama de una habitación de una residencia universitaria escribía nerviosamente. Entre los restos de su cena esparcidos por el escritorio y una botella de vodka a medio terminar, se concentra por un instante mientras da una profunda calada al cigarro mal armado. El sol acecha en el horizonte imaginario mientras sus ideas salen caóticas y atropelladas, desordenadas entre la basura y la inmundicia, al borde de la duermevela y la inconsciencia, como su forma de vivir. Otra noche más, otro día menos que muere en el calendario donde en otros todavía no ha empezado, pero se cuestiona curioso en qué punto exacto termina un día y empieza otro. Para él, que como noctámbulo irremediable bebe de la quietud que le ofrecen estas horas a cambio de unas marcadas ojeras que lleva con orgullo desde que es consciente de su naturaleza, la misma noche sucede una y otra vez, como si durante la oscuridad se acogiera amablemente y en su abrazo perdiera la noción del espacio tiempo, perdido en recuerdos y escenas de su hasta hoy corta existencia. Irremediable inquietud. Es el repaso rutinario de sus acciones en su mundo y las acciones de los que le rodean, cómo afectan y cómo le afectan, analizando en un burdo intento por desentrañar algún rescicio o pista que pueda guiarlo por el mañana incierto, cubierto por sombras y tinieblas, como sus próximas noches. Recuerda lo que era soñar sumido en el más profundo bienestar del descanso, donde el subconsciente le regalaba visiones maravillosas, optimistas. Aquellos sueños se disiparon con aquellas noches pasadas, y aquellos sueños se transformaron en pesadillas, algunas más llevaderas que otras, pero que transmitían la misma desazón que es el rugir en silencio el tormento y el desasosiego. Con ellos se refleja la cara y la cruz de lo que sucede en la vida, medita él mientras establece el simil con la realidad, y establece la realidad misma como la transición cíclica de sueños y pesadillas hechos realidad en sí. La idealización de las personas y sus palabras ligadas a su paulatina devaluación por sus acciones y reacciones. El horror de saber que la noche siempre acecha cuando muere el día, y la esperanza de que amanezca de nuevo y caminar bajo el sol. La duda sobre los sueños o pesadillas que están por llegar, en cuya opaca negrura no existe un ápice de razón o lógica. Por eso mismo decidió no dormir hasta encontrar algo lógico en su despertar. Decidió no volver a soñar hasta ver realizado un sueño real que le hiciera creer en ellos. Necesitaba volver a creer que existen mediante alguna prueba irrefutable, que no le hiciera dudar y le salvasen de su recién adquirido escepticismo. Después de todo, la muerte de un idealista se basa en la muerte de sus propios sueños, de cuyo desorden pretendía volver a nacer.

Por eso mismo entre sombras aguarda y escribe, termina su cigarro, mientras asoma un nuevo amanecer. Exactamente igual que el anterior.

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